Ante un entorno globalizado de elevada exigencia y competitividad como el que actualmente enfrenta el sector empresarial se requiere claridad, enfoque y dirección en las organizaciones. La exigencia está encaminada hacia una capacidad de respuesta y niveles de actuación totalmente diferentes. La relevancia e impacto de la estrategia de negocio radica en que a través de ella se marca el rumbo que seguirá la organización y establece los retos del equipo directivo para mantener los niveles de rentabilidad esperada. Sin una estrategia de negocio, las empresas desconocen el camino a seguir, lo cual hace su camino errático e incierto.
La estrategia de negocio exige la definición de objetivos, indicadores, metas y programas de acción concretos con un despliegue de recursos específicos. Asimismo, un liderazgo visionario con enfoque hacia los resultados, donde las competencias, el desempeño y actuación de las personas deben ser prioritarias y ocupar la agenda de los directivos. Requiere ser planificada y para ello, la alta dirección debe definir con claridad a dónde quiere llegar así como la serie de acciones que son necesarias para lograrlo; es decir, acciones que describen la vida cotidiana empresarial, con énfasis en los productos y servicios organizacionales, los roles de las personas, los recursos necesarios, los sistemas de trabajo y el estilo de dirección requerido.
Una vez definido el rumbo se debe partir de un análisis de fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, que dictaminan el punto de partida de la empresa y orientan las decisiones de los líderes sobre el camino a seguir. El éxito en el cumplimiento de la estrategia exige una visión sistémica que contemple indicadores precisos, productos y servicios de alta calidad, acciones orientadas a mantener la rentabilidad financiera. Esto facilitará la satisfacción de los grupos de interés empresarial, conocidos como stakeholders (clientes, accionistas, proveedores y empleados, entre otros). Este desafío demanda un nivel de acción y decisión superior en los ocupantes de las posiciones directivas quienes deben ser capaces de construir una realidad distinta para los grupos de trabajo.
Ante esta nueva complejidad que ocupan los escenarios laborales, los directivos de Recursos Humanos también deben redimensionar su propia posición y actuación. Es preciso que escriban una nueva historia, preocupándose por alinear su propia estrategia a la de la organización. Con mayor frecuencia se escucha que el ejecutivo de Recursos Humanos, en realidad debe ser un socio estratégico del negocio, sin la comprensión real de lo que el término implica y significa. El primer paso consiste en acompañar a los niveles de mando desde el proceso de planeación estratégica y ser pieza clave por un lado, al contribuir en traducirlos en objetivos claros de ejecución, y por el otro, diseñar procesos clave para gestionar a las personas que deben implementarlos y volverlos realidad.
La transformación que se requiere en los profesionales de Recursos Humanos implica entrar al mundo de la alta dirección, métricas, indicadores, primeramente del negocio, y después de su propia gestión. Es preponderante que habituarse a mostrar resultados en función de logros, con base en hechos y evidencias cuantitativas; adquirir un nuevo lenguaje donde conceptos como metas, resultados, ponderación y alcance real ocupen sus esquemas de rendición de cuentas.
Los líderes tienen un impacto significativo en la estrategia. Contribuyen de manera directa en la definición del rumbo a través de la misión y la visión y son los directamente responsables de la implementación de la misma. Su habilidad impacta de manera sistémica, exige una preparación especial y un estado de conciencia y compromiso para con la empresa y las personas.
La responsabilidad de líder ante el reto de la implementación de la estrategia, requiere desarrollar la capacidad de influir en los grupos de trabajo, a través de la credibilidad y la confianza sostenibles entre quienes les rodean; preparan y ejecutan los planes de negocio para conseguir resultados positivos. Asimismo, identifican el rumbo del cambio estableciendo objetivos claros con altas dosis de visión y enfocados hacia la acción.
La estrategia de negocio tiene varias aristas a considerar y una de ellas es de alta relevancia ya que se relaciona de manera directa con la forma en cómo la organización enfrenta el rumbo planteado y el reto de modificar procesos e incluso reinventarse ante la necesidad de posicionarse sin perder su identidad. De igual manera, permanecer viva en el mercado.
Para ello se requiere disponer de una serie de recursos que garanticen una ventaja competitiva y esa es una capacidad atribuida a las personas. Se trata de la capacidad para crear lazos más estrechos con los clientes, para analizar informaciones corporativas y atribuirles nuevos usos.
Es la capacidad para crear procesos que habiliten a los empleados para acceder y utilizar información para conquistar nuevos mercados y, finalmente, para desarrollar y distribuir productos y servicios que se posicionen el mercado de forma más rápida y eficiente que los competidores. Por lo anterior, surge la necesidad de resguardar el capital intelectual de las personas con la implementación de técnicas de gestión del conocimiento, mejor conocidas como Knowledge Management.
La gestión del conocimiento obtiene y comparte bienes intelectuales con el objetivo de conseguir resultados óptimos en términos de productividad y capacidad de innovación de las empresas. Es el proceso que engloba generar, recoger, asimilar y aprovechar el conocimiento con miras a coadyuvar con la estrategia organizacional a generar una empresa más inteligente, competitiva, rentable y sustentable.
La estrategia tiene varias dimensiones que facilitan el camino a los líderes y garantizan la sustentabilidad empresarial ya que proporcionan:
La estrategia de negocio exige la definición de objetivos, indicadores, metas y programas de acción concretos con un despliegue de recursos específicos. Asimismo, un liderazgo visionario con enfoque hacia los resultados, donde las competencias, el desempeño y actuación de las personas deben ser prioritarias y ocupar la agenda de los directivos. Requiere ser planificada y para ello, la alta dirección debe definir con claridad a dónde quiere llegar así como la serie de acciones que son necesarias para lograrlo; es decir, acciones que describen la vida cotidiana empresarial, con énfasis en los productos y servicios organizacionales, los roles de las personas, los recursos necesarios, los sistemas de trabajo y el estilo de dirección requerido.
Una vez definido el rumbo se debe partir de un análisis de fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, que dictaminan el punto de partida de la empresa y orientan las decisiones de los líderes sobre el camino a seguir. El éxito en el cumplimiento de la estrategia exige una visión sistémica que contemple indicadores precisos, productos y servicios de alta calidad, acciones orientadas a mantener la rentabilidad financiera. Esto facilitará la satisfacción de los grupos de interés empresarial, conocidos como stakeholders (clientes, accionistas, proveedores y empleados, entre otros). Este desafío demanda un nivel de acción y decisión superior en los ocupantes de las posiciones directivas quienes deben ser capaces de construir una realidad distinta para los grupos de trabajo.
Ante esta nueva complejidad que ocupan los escenarios laborales, los directivos de Recursos Humanos también deben redimensionar su propia posición y actuación. Es preciso que escriban una nueva historia, preocupándose por alinear su propia estrategia a la de la organización. Con mayor frecuencia se escucha que el ejecutivo de Recursos Humanos, en realidad debe ser un socio estratégico del negocio, sin la comprensión real de lo que el término implica y significa. El primer paso consiste en acompañar a los niveles de mando desde el proceso de planeación estratégica y ser pieza clave por un lado, al contribuir en traducirlos en objetivos claros de ejecución, y por el otro, diseñar procesos clave para gestionar a las personas que deben implementarlos y volverlos realidad.
La transformación que se requiere en los profesionales de Recursos Humanos implica entrar al mundo de la alta dirección, métricas, indicadores, primeramente del negocio, y después de su propia gestión. Es preponderante que habituarse a mostrar resultados en función de logros, con base en hechos y evidencias cuantitativas; adquirir un nuevo lenguaje donde conceptos como metas, resultados, ponderación y alcance real ocupen sus esquemas de rendición de cuentas.
Los líderes tienen un impacto significativo en la estrategia. Contribuyen de manera directa en la definición del rumbo a través de la misión y la visión y son los directamente responsables de la implementación de la misma. Su habilidad impacta de manera sistémica, exige una preparación especial y un estado de conciencia y compromiso para con la empresa y las personas.
La responsabilidad de líder ante el reto de la implementación de la estrategia, requiere desarrollar la capacidad de influir en los grupos de trabajo, a través de la credibilidad y la confianza sostenibles entre quienes les rodean; preparan y ejecutan los planes de negocio para conseguir resultados positivos. Asimismo, identifican el rumbo del cambio estableciendo objetivos claros con altas dosis de visión y enfocados hacia la acción.
La estrategia de negocio tiene varias aristas a considerar y una de ellas es de alta relevancia ya que se relaciona de manera directa con la forma en cómo la organización enfrenta el rumbo planteado y el reto de modificar procesos e incluso reinventarse ante la necesidad de posicionarse sin perder su identidad. De igual manera, permanecer viva en el mercado.
Para ello se requiere disponer de una serie de recursos que garanticen una ventaja competitiva y esa es una capacidad atribuida a las personas. Se trata de la capacidad para crear lazos más estrechos con los clientes, para analizar informaciones corporativas y atribuirles nuevos usos.
Es la capacidad para crear procesos que habiliten a los empleados para acceder y utilizar información para conquistar nuevos mercados y, finalmente, para desarrollar y distribuir productos y servicios que se posicionen el mercado de forma más rápida y eficiente que los competidores. Por lo anterior, surge la necesidad de resguardar el capital intelectual de las personas con la implementación de técnicas de gestión del conocimiento, mejor conocidas como Knowledge Management.
La gestión del conocimiento obtiene y comparte bienes intelectuales con el objetivo de conseguir resultados óptimos en términos de productividad y capacidad de innovación de las empresas. Es el proceso que engloba generar, recoger, asimilar y aprovechar el conocimiento con miras a coadyuvar con la estrategia organizacional a generar una empresa más inteligente, competitiva, rentable y sustentable.
La estrategia tiene varias dimensiones que facilitan el camino a los líderes y garantizan la sustentabilidad empresarial ya que proporcionan:
- El rumbo empresarial, propósito, objetivos a largo plazo, programas de acción que demandan recursos y la capacidad de implementar acciones que lleven con claridad al fin último de la misma.
- La oferta de valor, lo que distingue a la organización de las demás, aquellos productos y servicios que harán atractiva a la empresa ante el mercado y le brindarán ventaja sustentable ante sus competidores.
- Elementos orientados a favorecer la agilidad organizacional, capacidad de reacción ante amenazas y oportunidades que facilitan el éxito ante ambientes de constantes cambios, implica velocidad, tolerancia, destreza, y fuentes de recursos.
- Una estilo de gestión integral partiendo de la alineación entre la estrategia de negocio y los objetivos funcionales que surgen de la visión homologada entre el equipo directivo y operativo de la organización. Implica una combinación y armonía entre claridad en el rumbo y acción.
- Un modelo de negocio coherente y congruente con la cultura de grupo. Estrategia oportuna y adecuada para transmitir y hacer realidad los objetivos de negocio a través del compromiso e involucramiento de toda la gente en la ejecución y cumplimiento de los planes bajo el mando de directivos alineados y con un liderazgo efectivo.
- La definición de las competencias distintivas del negocio, las cuales convierten al personal que las posee en pieza clave de la organización.
Corporativa
Las organizaciones se desarrollan en la actualidad en un entorno de mayor competencia que les exige crecer, innovar, ser más eficientes y competitivas si quieren permanecer en el mercado. La estrategia corporativa permite tener claridad acerca de dónde está ubicada la empresa y lo más importante a dónde quiere llegar, lo que exige a los niveles de mando una responsabilidad importante al contribuir en la definición del rumbo y destino de la empresa.
Recursos Humanos
En una economía en la que la creación de valor está totalmente ligada a los bienes intangibles, principalmente el capital humano, se requiere demostrar a través de herramientas de medición, la contribución de las personas a la estrategia de negocio. Hasta un 85% del valor de una empresa se fundamenta en sus activos intangibles, esto es un dilema interesante ya que el activo más importante, es el menos entendido, el menos apto para medirse y el menos susceptible para ser dirigido.
Liderazgo
En los últimos años las organizaciones han enfrentado una serie de cambios que han modificado su escenario laboral con mayor rapidez e intensidad. Son cambios como la globalización, los niveles de competitividad exigidos, los ciclos de vida de los productos cada vez más reducidos, mayor exigencia de los consumidores y la velocidad de los cambios tecnológicos entre otros. Son variables que están requiriendo nuevas competencias para responder con éxito a las demandas de su rol.
Gestión del conocimiento
Con frecuencia las organizaciones utilizan a un bajo nivel sus recursos intelectuales y no aprovechan la ventaja competitiva del conocimiento (saber hacer algo bien, con calidad, de forma eficiente y enfocado a resultados) que de manera individual o colectiva conforma lo que se conoce como capital intelectual. El avance hacia una economía del conocimiento es algo más que una realidad, los vínculos entre conocimiento, innovación y productividad son indiscutibles en el ámbito empresarial.